martes, 15 de junio de 2010

Madrid - The End




Madrid me dejó un sabor agradable. Un sabor a comida deliciosa, a cerveza, y por sobre todo, el sabor de los buenos amigos. Nada mejor que estar acompañado en los cortos tres días que estuve en la capital española por mis buenos amigos Francisco e Ivette, chilenos residentes desde hace algunos años por esos lares y amigos desde más años de los que queremos recordar. Y ahí la hospitalidad se manifestó de inmediato, obligándome a alojar con ellos y sirviendo de inmediato sendas botellas de cerveza, más quesos y jamones. Quesos y jamones que seguí viendo todos los días, más gambas, olivas, callos y lo que se me cruzara. Después de varios meses volvía a estar en un lugar donde todo el mundo hablaba español y mi cerebro aún no se acostumbraba: paso a llevar ligeramente a alguien con mi codo y se me sale un "sorry" automático. Claro, acá, igual que en mi país, nadie se anda disculpando por haberse toqueteado casualmente. ¿ Es que se me contagió lo polite en Australia? Bueno, también noto que en las calles de Madrid la gente habla fuerte, y algunos improperios se repiten constantemente en el habla de las personas, especialmente mayores. ¿Por qué será? Bueno, en mi angosta franja de tierra la gente también es un tanto ruda, aunque se acostumbra decir "por favor" de vez en cuando.

Es así como pasé un par de días caminando y caminando, mientras paraba cada cierto rato a refrescarme con una cerveza, cosa que me provocaba hambre, por lo que comía alguna cosa, y luego me daban ganas de ir al baño, por lo que tenía que entrar algún bar y pagar la cerveza correspondiente, y así sucesivamente. Si hay algo de lo cual debo felicitar a los españoles es lo exquisita de su comida y de su saludable sentido de disfrutar la vida, comiendo y tomando rico. Eso y su variedad en encurtidos, charcutería y otros, me hace pensar de que si viviese en Madrid pesaría bastante más kilos de los que mi figura hoy muestra.

Mi visita y paseos incluyó lo que yo creo son los lugares clásicos que un turista visita: Gran Vía y Calle de Alcalá, Plaza de Cibeles, Palacio Real y Catedral de Almudena, Plaza Mayor, parque del Retiro y feria El Rastro. Lo que lo hizo diferente, claro está, fue la compañía, lo cual me llevó por las calles y callejones, recordando añejísimas anécdotas de adolescencia mientras veía a la gente disfrutar del aire libre y de los bares y cafés de la ciudad. Diantres, si tuviese dinero viviría acá y me pasaría la vida entera disfrutando, me digo. Claro, no tengo el dinero, pero que grato eso de que los mejores bares sean los que más sucio estén y que la gente fume dentro, a veces pienso que tanta reglas y limpieza mata un poco la espontaneidad de las gentes y costumbres. Aunque claro, también son importantes la salud y respeto por el espacio de los demás, cosa tan pero tan importante en Australia. Imagínense la cara que puse cuando mi amigo prende con toda confianza su cigarro en una barra, mientras nos sirven unas gambas, ¡esa era una imagen completamente imposible en Oz ! Bueno, creo que esto hará que mi regreso a Chile no sea tan traumático, pienso en ese momento. Y capaz que haya sido un apronte, o algo así, no lo sé.


Y esos días pasaron rápido, muy rápido. Demasiado, me digo. Con algunos gramos de más en mi cuerpo (luego de mi paso por Tokio y Londres mi cuerpo al parecer se había adelgazado aún más). Pienso lo rápido que pasó el tiempo durante ese tiempo. Y ahora, meses después, mientras me pongo frente al fuego de la chimenea y veo algunos cerros nevados en la Cordillera de la Costa, me llego hasta a poner triste. Claro, pasé un año 2009 repleto de sensaciones, aventuras y descubrimientos casi diarios. De pasar a ver casi todos los días a las mismas personas en Chile a conocer todos los días personas completamente diferentes en Australia, de salir de un mundo seguro a un mundo lleno de incertidumbre, pero a la vez repleta de ganancias. Y ahora, escribiendo y releyendo algunas de las entradas de este humilde blog, me recuerdo de las personas que conocí, de Nicole, Ayleen, Mek o Miu, de Liem, Michael, Stephanie o Darren, de Natalyia, Cindy o Monobe, de Sunil, Amit o Jay, y de otros muchos con los cuales disfruté grandes o pequeños momentos. Y claro está, de las personas con las que me crucé en los diferentes viajes ¿Volveré a viajar tanto alguna vez en mi vida? Pareciese que fue hace siglos que salí de Chile y recalé en Auckland, que pasé el año nuevo en Sydney o que disfruté de la vida en Brisbane. Y recuerdo el crisol de caras, colores, lenguas y gestos que pasaron frente a mis ojos en los 15 países que conocí, y pienso que, en el fondo, todos los seres humanos somos más parecidos de lo que queremos creer.

FIN.

martes, 1 de junio de 2010

Londres




Londres, penúltima parada. Este blog ya se acaba.

Llegué luego de un larguísimo viaje de 14 horas desde Tokio. Como de costumbre dormir me costó una enormidad y traté de entretenerme mirando por la ventana las inmensas superficies de lo que supongo era Siberia. Me separo de mis amigos en Heatrow y parto solitario y con una inmensa maleta a buscar mi alojamiento hacia la estación Pimlico del intrincado sistema de metro de la ciudad. Estoy cansadísimo y con un jetlag de mierda, pero feliz de estar en una ciudad tan hermosa. Mis horarios de sueño y comida están cambiadísimos y, para rematar, hace frío. Y yo con un pantalón corto y chaqueta que me sindican como turista a kilómetros. Cuando logro llegar al hostal, luego de dar muchas vueltas sin sentido, estoy agotado y solo quiero dormir.

Me levanto al otro día temprano. Casi todo el hostal aún duerme y eso me permite ducharme y partir rápido. Tomo el metro y me bajo en Green Park. Me habían recomendado muchísimo los parques de la ciudad, pero el frío existente esa mañana (y mi ropa de verano) hacían difícil recostarse en el pasto. Compro un mapa de la ciudad frente a Trafalgar Square y me deleito con los edificios y con la ciudad que rápidamente despierta.

Estoy esperando a mi grupo para hacer mi city tour bajo el monumento a Wellington. No soy un gran fanático de los viajes guiados pero considerando el poco tiempo del que dispongo, un pequeño tour caminando por la City, a pie,en español, y además gratis, es algo que no se debe dejar pasar. La guía resulta ser chilena, y con un gran grupo nos va mostrando los diferentes parques, palacios y rincones de la ciudad, como el Hyde Park, el palacio de Buckingham (confieso que lo encontré bastante aburrido el famoso palacio, digo, me había acostumbrado a palacios con cúpulas de oro y pisos de plata), Trafalgar Square, Downing Street, y muchísimos otros. Me doy cuenta que el par de días que tengo se me harán poquísimo y que no alcanzaré a ver casi nada, y que tendré que priorizar. Mientras veo la abadía de Westminster y el Parlamento con su imponente Big Ben decido pagar ahora por un tour, de la misma empresa, para recorrer la City al día siguiente, confiando en que mejorará el tiempo. Empieza a llover y me refugio en el mejor lugar posible: National Gallery. No se pueden imaginar la felicidad de poder ingresar a un museo repleto de tantas obras de arte que solo había podido comtemplar a través del insípido papel. Y ahí estoy, viendo impresionado la Venus del Espejo de Velázquez y muchas más. La lluvia continúa y camino hacia Oxford Street donde quedo completamente empapado y, creo, con un aspecto de desamparo total. Como algo caliente y veo que la lluvia a parado: es hora de volver al Big Ben para una pequeña sesión de fotos nocturnas y un paseo por el Chinatown, lugar donde me perdí, dando vueltas en círculos mientras me decía ¿pero como diablos salgo de acá?


Buckimgham Palace, National Gallery, Big Ben, Abadía de Westminster, Chinatown y London Eye.

Al día siguiente decido, aprovechando el cielo despejado, no tomar el metro y caminar hacia la City. Me dirijo hacia el British Museum, que con sus 7 millones de muestras, es una proeza de consideraciones visitar. Son tantas las cosas que hay en exhibición permanente que solo me queda pensar ¡¡pero que manera de saquear estos ingleses!! Claro, por que ver un Moai a la entrada, o decenas de momias egipcias, o muestras de la cultura china, japonesa y coreana, da para pensar. Menos mal que la entrada es gratuita, si uno considera que todos estos monumentos se hicieron bajo una política colonialista y con una economía esclavista, es lo menos que deberían hacer estos ingleses por apropiarse de tantas cosas ajenas. Y claro, cuando pienso que ya lo he visto y que ya no quiero volver a ver algo arquelógico en mucho tiempo me topo de frontón con los mármoles del Partenón, o los bajorrelienves de Nínive, y ya estoy exhausto, demasiados estímulos para una mañana, demasiada información que no codifiqué, demasiadas imágenes que pronto olvidaré. Cuatro horas no son suficientes para recorrerlo como corresponde y pienso que podría pasar días enteros en este museo.



Luego, a mi tour por la City. Somos un pequeño grupo, nuevamente con guía chilena, quienes recorremos a pie las callejuelas de la parte más antigua de la ciudad, observando edificios como The Royal Courts of Justice, la Iglesia del Temple, las orillas del Thames, el puente de Londres, la Catedral de San Pablo, la Torre de Londres, etc. Sin embargo, quedo con una sensación de que, en realidad, no conocí nada de la ciudad, que no fui al al Modern Tate ni ha la feria de Camden, que no tomé chocolate caliente en Harrold's , no entré a la Torre de Londres ni me subí al London Eye, y que lo más inglés que hice fue comer un fish & chips y un desayuno inglés en el aeropuerto. Algún día volveré, me digo. Realmente hay demasiado que ver, y mi tiempo y presupuesto fueron escasos, tan escasos que vuelve a caer la noche y ya es tiempo de volver al hostal: es mi última noche, necesito descansar de tanto caminar, y levantarme temprano para tomar un vuelo a mi última escala del viaje: Madrid.





En una de las clásicas cabinas telefónicas: huelen a orines y están repletas de publicidad erótica. Catedral de San Pablo, el puente de la Torre y la famosa Torre (muy cara su entrada para mi presupuesto)