En realidad tanto sol no vimos dado los tres días de lluvia ininterrumpidos que tuvimos. Pero en ningún caso me iba a quedar encerrado en aquel backpacker lleno de surfistas parranderos. Total, puede que llueva pero el calor es el mismo y a pesar de nuestra chilena fobia a la lluvia acá nadie se inmuta por algunas gotas. Así fue como recorrimos la ciudad y fuimos hasta el mismísimo Australia Zoo, hogar del famosísimo Cazador de Cocodrilos.
Llovía torrencial y más parecía yo una bolsa de supermercado viviente con mi capa plástica pero la emoción de alimentar un elefante, ver jugar a los tigres, toquetear a los koalas y tratar de tú a tú a los kangoroos era superior a cualquier lluvia. Y corríamos de un lado a otro viendo a los equidnas, a las tortugas, al dragón de Komodo, al demonio de Tasmania, a los pájaros de mil colores, a los wombat y a los dingoes. Y uno como niño disfrutando, sacándose fotos con una serpiente enorme que apretó mi cuello y con el mismísimo Steve Irwin (en versión fotográfica, claro está).
Los días mejoraron y ya pudimos finalmente ir a la playa a practicar nuestro nuevo deporte favorito: bodyboard. A las 9 am estábamos instalados en una playa ya llena de gente que practicaba surf, canotaje, kayak, bodyboard, etc. Al principio me mostré reticente a tirarme al agua, recordaba todas las veces que en Chile me tiraba al agua congelada y luego me salía y quedaba colorado como jaiva y odiando la arena y a todo el mundo. Menos mal que el agua era turquesa y tibia, temperatura perfecta para quedarse durante horas chapoteando. Pero los días pasan rápido y nuestro viaje debía seguir: nos despedimos del backpacker de reventón, donde como personajes fuera de foco daban vuelta una pareja de jubilados neozelandeses y Victoria, una chica noruega que vivió en México casada con un tipo de la isla de Dominica que empezaría a estudiar en la University of Sunshine Coast. O sea, una chica globalizada. Tomamos el bus que nos llevaría hacia Noosa Heads.
Noosa es una ciudad preciosa, cruzada por un río y rodeada de bosques, con un paseo maravilloso lleno de juegos y parrillas donde la gente se sentaba a ver la puesta del sol comiendo fish and chips y tomando vino mientras los niños se revolcaban en el pasto. La enorme playa estaba casi desierta, casi sólo para nosotros con su arena blanca y su mar transparente. Lo mejor, según yo, era que para llegar a la playa había que atravesar un bosque, así que uno podía dejar sus cosas colgadas en una rama y luego reposar en el pasto en vez de la ardiente arena. Y fuimos felices en Noosa y en su backpacker más piola con bar incluido donde pasamos las noches jugando pool y bebiendo jags de Tooheys. Pero la semana se acababa y aún quedama la ultima parada del viaje: Fraser Island.

Fraser Island es, además de ser la isla de arena más grande del mundo, parque nacional, reserva de la biósfera y patrimonio natural. La gracia de la isla, además de ser pura arena, es que posee todo un ecosistema con diversos tipos de bosques, incluyendo una rain forest en su interior. Además, por ser de arena el agua de las lluvias pasa décadas filtrándose con el resultado de formar lagunas de prístinas aguas, tan puras que uno puede beber de ellas sin mayor problema. Las playas de la isla eran interminables pero no recomendables para baño: la presencia de tiburones, medusas asesinas y cocodrilos lo hacían poco recomendable. Durante nuestro viaje conocimos a Amy, una gringa recorriendo solitariamente New Zealand y Australia antes de emepzar a trabajar en Chicago; y Adam, un áraba saudí que estudia inglés en la univesidad, fanático del Juventus y que por esas cosas de la vida celebraba su cumpleaños. Cervezas, pool, risas y relajo fueron la tónica de esa noche. Al día siguiente ya tendríamos que retornar a Brisbane, la Orientation Week y el proceso de tomar ramos para el semestre regular estaban por comenzar y las playas y el relajo se transformarían en sólo un recuerdo.
(La foto que ilustra el inicio de este blog corresponde a Fraser Island. Más allá empieza la gran Barrera de Coral, pero ese viaje será para otra ocación)