lunes, 23 de marzo de 2009

Sunshine Coast

Nuestro Summer Semester intensivo había concluido y dos semanas de vacaciones nos esperaban. La idea de partir hacia Bali se había esfumado luego de saber que era plena temporada de temporales, razón por la cual el partir hacia Cairns, 1.700 kms al norte de Brisbane tampoco pareció buena, especialmente después de la ola de tormentas que inundaron todo el North Queensland y dejaron a las cocodrilos felices revoloteando entre las casas. Así que finalmente decidimos tomar el tren y partir hacia la Sunshine Coast, zona ubicada a unos 100 kms al norte de Brisbane. Y salíamos de la ciudad mientras Tere me contaba el chiste del señor McPherson pasando por parques, bosques y pequeños pueblos hasta llegar al pueblito de Landsborough donde tomamos el bus que nos llevó a la ciudad costera de Mooloolaba, donde planéabamos pasar algunos días con la guata al sol.

En realidad tanto sol no vimos dado los tres días de lluvia ininterrumpidos que tuvimos. Pero en ningún caso me iba a quedar encerrado en aquel backpacker lleno de surfistas parranderos. Total, puede que llueva pero el calor es el mismo y a pesar de nuestra chilena fobia a la lluvia acá nadie se inmuta por algunas gotas. Así fue como recorrimos la ciudad y fuimos hasta el mismísimo Australia Zoo, hogar del famosísimo Cazador de Cocodrilos.

Llovía torrencial y más parecía yo una bolsa de supermercado viviente con mi capa plástica pero la emoción de alimentar un elefante, ver jugar a los tigres, toquetear a los koalas y tratar de tú a tú a los kangoroos era superior a cualquier lluvia. Y corríamos de un lado a otro viendo a los equidnas, a las tortugas, al dragón de Komodo, al demonio de Tasmania, a los pájaros de mil colores, a los wombat y a los dingoes. Y uno como niño disfrutando, sacándose fotos con una serpiente enorme que apretó mi cuello y con el mismísimo Steve Irwin (en versión fotográfica, claro está).

Los días mejoraron y ya pudimos finalmente ir a la playa a practicar nuestro nuevo deporte favorito: bodyboard. A las 9 am estábamos instalados en una playa ya llena de gente que practicaba surf, canotaje, kayak, bodyboard, etc. Al principio me mostré reticente a tirarme al agua, recordaba todas las veces que en Chile me tiraba al agua congelada y luego me salía y quedaba colorado como jaiva y odiando la arena y a todo el mundo. Menos mal que el agua era turquesa y tibia, temperatura perfecta para quedarse durante horas chapoteando. Pero los días pasan rápido y nuestro viaje debía seguir: nos despedimos del backpacker de reventón, donde como personajes fuera de foco daban vuelta una pareja de jubilados neozelandeses y Victoria, una chica noruega que vivió en México casada con un tipo de la isla de Dominica que empezaría a estudiar en la University of Sunshine Coast. O sea, una chica globalizada. Tomamos el bus que nos llevaría hacia Noosa Heads.

Noosa es una ciudad preciosa, cruzada por un río y rodeada de bosques, con un paseo maravilloso lleno de juegos y parrillas donde la gente se sentaba a ver la puesta del sol comiendo fish and chips y tomando vino mientras los niños se revolcaban en el pasto. La enorme playa estaba casi desierta, casi sólo para nosotros con su arena blanca y su mar transparente. Lo mejor, según yo, era que para llegar a la playa había que atravesar un bosque, así que uno podía dejar sus cosas colgadas en una rama y luego reposar en el pasto en vez de la ardiente arena. Y fuimos felices en Noosa y en su backpacker más piola con bar incluido donde pasamos las noches jugando pool y bebiendo jags de Tooheys. Pero la semana se acababa y aún quedama la ultima parada del viaje: Fraser Island.

Fraser Island es, además de ser la isla de arena más grande del mundo, parque nacional, reserva de la biósfera y patrimonio natural. La gracia de la isla, además de ser pura arena, es que posee todo un ecosistema con diversos tipos de bosques, incluyendo una rain forest en su interior. Además, por ser de arena el agua de las lluvias pasa décadas filtrándose con el resultado de formar lagunas de prístinas aguas, tan puras que uno puede beber de ellas sin mayor problema. Las playas de la isla eran interminables pero no recomendables para baño: la presencia de tiburones, medusas asesinas y cocodrilos lo hacían poco recomendable. Durante nuestro viaje conocimos a Amy, una gringa recorriendo solitariamente New Zealand y Australia antes de emepzar a trabajar en Chicago; y Adam, un áraba saudí que estudia inglés en la univesidad, fanático del Juventus y que por esas cosas de la vida celebraba su cumpleaños. Cervezas, pool, risas y relajo fueron la tónica de esa noche. Al día siguiente ya tendríamos que retornar a Brisbane, la Orientation Week y el proceso de tomar ramos para el semestre regular estaban por comenzar y las playas y el relajo se transformarían en sólo un recuerdo.
(La foto que ilustra el inicio de este blog corresponde a Fraser Island. Más allá empieza la gran Barrera de Coral, pero ese viaje será para otra ocación)

jueves, 12 de marzo de 2009

Alimañas y Bicharracos

Las primeras semanas fueron de descubrimiento y de asombro. Descubrir cómo funciona el sistema de transporte (tren, bus y citycat), cómo se busca y se arrienda una casa o departamento (la explicación daría para largo, solo diré que hay que llenar formularios, postular, hay un organismo estatal entre medio, etc.), intentar descifrar el acento aussie, descubrir cómo son es sistema de clases en la UQ, descubrir la diversidad de nacionalidades de nuestros compañeros. Asombrarse con las arañas enormes en los jardines de las casas, con los possums y los flyfox, con los precios y los solitarios carritos de supermercado en las calles, con los lagartos y las gritonas cacatúas, con las ciclovías y el amor por el deporte de los ciudadanos de Brisbane.

Pero claro, lo primero que causa asombro, luego del calor y humedad, es el tema animal. No me digan que no es para asombrarse ver en los jardines, como si nada, arañas coloridas del porte de una mano tejiendo telas enormes. Luego uno se pregunta por qué no las matarán, ¿será que no hacen nada? Y al final uno se da cuenta que las arañitas en cuestión andan por todos los jardines y si destruyes su red al otro día aparecerá nuevamente tejida, así que es batalla perdida y mejor es dejarlas ser. Pasadas unas semanas el tema arácnido deja de ser tema de conversación y pasa a ser parte del paisaje.

Clásica araña de jardín tejiendo inocentemente su red.

Y también están los flyfox. ¿Qué diablos es un flyfox? Bueno, muy fácil, un flyfox es un murciélago. Tomen un clásico murciélago que anda en la azotea de cualquier edificio santiaguino, multiplíquenlo por diez, y tendrán un flyfox. Ahora, no es cosa que anden un par, sino que se pueden ver decenas dando vueltas al atardecer y en las noches, colgándose de los árboles y abriendo sus enormes alas al salir volando. Hace un tiempo atrás, en la ciudad costera de Noosa pude ver miles de ellos cubriendo el cielo. Pero no se asusten, resulta que estos animalitos son frutícolas, o sea, comen solo frutas, nada de sangre ni mordiscos. Además, ayudan a propagar semillas del bosque subtropical. Lo malo es que su saliva transmite un virus que provoca la muerte, pero no hay para qué asustarse, sólo dos muertes ha habido en diez años
Aunque no se ve muy bien, creánme que es un flyfox esperándome a la entrada de mi edificio.

¿Y los possums, qué diantres es eso? Los possums son una cruza entre un guarén bien grande y una ardilla con esteroides, pero marsupial. O sea, un bicharraco muy raro. De hábitos nocturnos, se pueden ver caminando por muros y postes de la luz. Son completamente inofensivos, por lo menos los que se me han cruzado en la noche no me han hecho nada y al cabo de un par de semanas llegan incluso a ser simpáticos.

Possum en acción, caminando desiteresado en el muro de una casa.

En el tema avícola, andan tantos pájaros que no sabría por dónde empezar. Los que más llaman la atención son los jotes, unos pavos que andan por los jardines de la universidad, las cacatúas que gritan como terodáctilos, un montón de aves que surcan cerca del río, y los molestosos ibis que se comen tu comida o tu basura (o ambos). Un fanático de las aves estaría en su salsa con la enorme diversidad de aves que pululan por los cielos de Brisbane, pero como yo no lo soy disfruto mirándolos o ellos disfrutan molestándome.

Otro cuento son los largartos que pululan por la orilla del río y se te cruzan a cada rato, con su chistoso movimiento al correr. Poco a poco la gracia de verlos se desvanece y luego pasan a ser simples lagartijas. Claro, por que se te cruzan en la ciclovía, en la vereda, en el parque y en la U.
Lagarto caminando por la laguna de la University of Queensland.

Mejor continúo escribiendo otro día, ya es media noche y por la ventana están entrando algunos zancudos. O peor aún, podría entrar una cucaracha: es que no han visto el tamaño de las cucarachas acá……….

miércoles, 4 de marzo de 2009

Brisbane

Mi primera impresión de Brisbane no pudo ser peor: en la manga del avión un insecto enorme aparece. Vamos hacia la salida, las puertas se abren, el aire acondicionado desaparece y un verdadero golpe de calor y humedad hace que empiece a transpirar de inmediato. Buscamos un taxi y cruzamos la ciudad hacia el barrio de Toowong, a la residencia estudiantil que nos alojará durante las dos primeras semanas. Se me está haciendo difícil soportar el calor, tengo sed y en las calles se ve poca gente. Me pregunto ¿dónde me vine a meter?......al contrastar con Sydney esta ciudad se nos muestra calurosa, húmeda y desierta. En la residencia no hay nadie excepto un aussie con cara de despistado y un chino con cara de sicópata los cuales no tenían idea de nuestra llegada. Llamamos a Cristian y Silvia, nuestros contactos chilenos acá los cuales para nuestra suerte viven solo a un par de cuadras de la residencia, por lo que pudimos disfrutar de pastel de choclo, helado y aire acondicionado. Sudo a mares y pienso que debo apestar…¡Dónde me vine a meter! Pienso nuevamente pero ya estoy acá y habrá que apechugar, me digo. Cristian nos tranquiliza diciéndonos que esta ciudad es extraordinaria, con un nivel de vida increíble y que es muy vivible. Habrá que creerle, pienso, mientras oscurece y Jose, Juan y Tere deben estar por llegar.

Pasamos dos semanas en la residencia. Ahí conocimos a Belén, una agrónoma ecuatoriana quien realiza un Máster en gestión del agua, y Dean, un chino-malayo que estudia biotecnología. Ambos estudiantes de la University of Queensland (al igual que yo) y simpáticos en extremo. Cuando llega ya todo el lote de nueve chilenos de diferentes profesiones, procedencias, historias y personalidades, todos diferentes pero unidos desde hace meses en esta aventura, partimos hacia el suburbio de St. Lucia a conocer la que será nuestra casa de estudios por los próximos meses. Y desde el momento que pisamos el campus mi impresión de Brisbane cambió por completo.

Primero por que viajamos en el Citycat, un sistema de catamaranes que actúa como un “bus” por el río Brisbane, río que atraviesa la ciudad, moviendo pasajeros de un lado a otro. Su puntualidad es extrema, el servicio excelente, amigable y cómodo, resulta un verdadero agrado utilizarlo. Y uno acostumbrado a que el transporte público sea malito y se encuentra de frente con un sistema que funciona como reloj, y que más encima es bonito y agradable…. ¡Que más se puede pedir!

Citycat cruzando el río Brisbane. De fondo, la CBD.

Segundo, porque el campus de la UQ es hermoso, con construcciones de piedra, jardines, salas de cine, teatros y museos, bibliotecas enormes, unos pajarracos como pavos por todos lados, edificios modernos, canchas de diferentes deportes, etc. De esos ambientes que de tan bellos dan ganas de estudiar, que partan luego las clases para vivir a concho la experiencia.

University of Queensland, mi nueva casa de estudios.

Tercero, porque Brisbane es una ciudad de dos millones de habitantes, multicultural, con altas tasas de crecimiento económico y empleo, considerada la ciudad mas "vivible" de Australia, al lado de la Gold Coast y la Sunshine Coast, a algunas horas de la gran barrera de coral y rodeada de parques nacionales, atracciones turísticas y lugares para conocer.

Y luego, en el mismo Citycat nos fuimos a la City, al centro de la ciudad, lugar lleno de rascacielos y tiendas comerciales. Vemos el sistema de buses a gas natural, silenciosos y no contaminantes, que pasan justo a tiempo por los paraderos. Vemos la actividad comercial, sus centros comerciales con patios de comida con restoranes chinos, japoneses, thai, viet, mongoles, etc. Veo a aussies con pinta de surfistas al lado de mujeres islámicas con velos sobre sus rostros, a jóvenes chinos hablando perfecto inglés y trabajadores de tez oscura y bigotes hablando idiomas irreconocibles. Veo cruzar entre los edificios a los flyfox, enormes murciélagos frutícolas que aparecen en las noches. Veo tiendas para todos los estilos, gustos y bolsillos (bolsillos australianos, por cierto). Veo las ciclovías, amplias y claramente señalizadas donde circulan decenas de bicicletas. Los cafés y restoranes llenos, las familias paseando despreocupadas capeando el calor de la tarde. Nosotros ubicándonos, reconociendo los billetes de colores vistosos donde no aparecen militares ni héroes de batallas donde cientos dieron la vida sin saber por qué, sino exploradores, inventores, arquitectos. Peluches de koalas y canguros por doquier.

Por la orilla del río vemos parques, kilómetros de parques donde la gente se reúne, hace ejercicio o camina tranquilamente. Las noches son tibias, el termómetro jamás marca menos de 20 grados en verano, la gente sonríe y todo tiene un ambiente de relajo. Parece que me gustará estar acá.