Los barrios y calles de Tokio se me hacían, por alguna razón, familiares. Como viviendo un deja-vú, parecía reconocer las callejuelas, las tiendas e incluso el rostro de las personas en la calle. Raro, siendo que al mismo tiempo me sentía como un extraterreste recién llegado a alguna civilización lejana, sintiendo que algo flotaba en el aire de la ciudad que la hacía extraña, inescrutable. Puede que mi exposición infantil a manga y animé haya influido en sentir todo relativamente familiar, o bien, que las seriales, películas y revistas que ví y leí cuando niño y adolescente retrataban demasiado bien la vida de este lugar.
Alojamos en el Khao San Ninka Tokio , un simpático y pequeño guesthouse donde uno dormía en una especie de camarote cerrado, dando algo de privacidad al piso compartido con 16 personas más. Es la forma más barata de dormir en un lugar como éste, conocida por ser una de las ciudades más caras del planeta, y vaya que lo es. El concepto es similar al de los "hoteles cápsula" donde cobran por hora, y es utilizada por muchos oficinistas al que se les fue el transporte público o que simplemente quieren dormir una pequeña siesta en medio de su fuerte estrés laboral. Una de las mayores atracciones del guesthouse eran los inodoros, con muchos botones que proporcionaban una tibia y muy limpia experiencia inodorística.
Moverse en Tokio requiere, para un extranjero, desembolsar no sólo una cantidad no despreciable de dinero sino también mucha paciencia. El metro de Tokio es uno de los más grandes del mundo, y es un enmarañado de líneas principales y secundarias que la convierten en un laberinto de proporciones. El problema, además de los nombres de las estaciones, es que las líneas son gestionadas por empresas diferentes, por lo que cambiar de línea también puede ser cambiar de empresa, lo cual sube aún más el valor del boleto. Además, las diferentes líneas confluyen formando enormes estaciones que más parecen ciudades subterráneas. Equivocarse de salida podría significar, literalmente, terminar a más de 10 cuadras de donde deberías llegar. Menos mal que el personal es amable y nos ayudó con indicaciones para poder llegar de la mejor manera a nuestro destino (y la suerte, también). Las personas al interior del metro se comportan de una manera, para mi, curiosa. Casi nadie habla, y si alguien lo hace, es en voz baja. El negro en la vestimenta es lo común. Casi todos leen o apretan casi compulsivamente algún dispositivo electrónico, llámese teléfono celular u otro. Nadie se mira y 5 chilenos hablando todos al mismo tiempo pareciese ser un disturbio al equilibrio existente. Nuevamente, me siento un extraterrestre.

Alojamos en el Khao San Ninka Tokio , un simpático y pequeño guesthouse donde uno dormía en una especie de camarote cerrado, dando algo de privacidad al piso compartido con 16 personas más. Es la forma más barata de dormir en un lugar como éste, conocida por ser una de las ciudades más caras del planeta, y vaya que lo es. El concepto es similar al de los "hoteles cápsula" donde cobran por hora, y es utilizada por muchos oficinistas al que se les fue el transporte público o que simplemente quieren dormir una pequeña siesta en medio de su fuerte estrés laboral. Una de las mayores atracciones del guesthouse eran los inodoros, con muchos botones que proporcionaban una tibia y muy limpia experiencia inodorística.
Moverse en Tokio requiere, para un extranjero, desembolsar no sólo una cantidad no despreciable de dinero sino también mucha paciencia. El metro de Tokio es uno de los más grandes del mundo, y es un enmarañado de líneas principales y secundarias que la convierten en un laberinto de proporciones. El problema, además de los nombres de las estaciones, es que las líneas son gestionadas por empresas diferentes, por lo que cambiar de línea también puede ser cambiar de empresa, lo cual sube aún más el valor del boleto. Además, las diferentes líneas confluyen formando enormes estaciones que más parecen ciudades subterráneas. Equivocarse de salida podría significar, literalmente, terminar a más de 10 cuadras de donde deberías llegar. Menos mal que el personal es amable y nos ayudó con indicaciones para poder llegar de la mejor manera a nuestro destino (y la suerte, también). Las personas al interior del metro se comportan de una manera, para mi, curiosa. Casi nadie habla, y si alguien lo hace, es en voz baja. El negro en la vestimenta es lo común. Casi todos leen o apretan casi compulsivamente algún dispositivo electrónico, llámese teléfono celular u otro. Nadie se mira y 5 chilenos hablando todos al mismo tiempo pareciese ser un disturbio al equilibrio existente. Nuevamente, me siento un extraterrestre.
En la ciudad, modernísima y tecnológica, es posible encontrar remansos de la vida antigua de Japón como en el sector de Chiyoda-ku, lugar donde se encuentra el Palacio del Emperador y sus hermosos jardines. Lástima que no se pueda ingresar al área del palacio propiamente tal. Otro de los parques que pude conocer el Yoyogi Park, lugar donde se celebran tradicionales matrimonios y ceremonias, una ventanita pequeñita a el Japón más profundo y que se puede observar en los pueblos más pequeños. Las ceremonias nupciales son muy complicadas y sofisticadas, con una serie de ritos y trajes perfectos que hace parecer a los novios seres inmaculados y venidos de otra dimensión. Había visto un documental respecto de la vida afectiva de los japoneses durante un pequeño curso de "Negociando con japoneses" en Chile y bueno, me quedé con la impresión de que la vida para una mujer japonesa no es de las más felices, considerando el machismo de la sociedad y que muchos hombres prefieran su vida laboral a la vida familiar. Sin embargo, y aunque lo suponía, me sorprendí de lo morbosos que pueden ser los japoneses. Es cosa de abrir una revista en un minimarket al azar, y empezar a ver que hay noticias políticas, económicas, luego una mujer desnuda, luego noticias deportivas, una mujer disfrazada de colegias mostrando el trasero, luego una entrevista y adivinen, nuevamente una mujer desnuda a todo color. Al lado, una revista se especializa en fotos de modelos en ropas de colegial mostrando coquetamente su ropa interior. Y eso que era un vulgar y corriente minimarket, y no una de las tiendas donde venden revistas y películas XXX junto con manga y animé hentai.



Pensé que me encontraría en algún momento con algún robot en la calle, o por último, con Ultraman o algo así, en el barrio de Asakusa, famoso por ser un centro de venta de tecnología, entre otras cosas. Afuera de los enormes centros comerciales donde sólo se venden artículos electrónicos o artículos de manga, cientos de jóvenes se reúnen pero no parecen interactuar entre ellos, sino con unas maquinitas portátiles las cuales, supongo, les permiten jugar en línea con otros participantes. A pesar de haber unas 50 personas nadie habla. Al interior de la enorme tienda se vende todo tipo de artículos, como teléfonos celulares con cámara con zoom y flash, cámaras fotográficas con fotos 3D, y muchos juguetes de Godzilla y otros héroes del animé.
Algunos de mis amigos insistían en comer sushi. Si, comer sushi en Japón es como comer pato en Beijing, casi una obligación para el visitante siempre y cuando lo vendieran en alguna parte. Claro, porque en esta parte del mundo te venden que comida japonesa= roll y no, créanme que no, encontrar donde vendan sushi en Japón no es tarea fácil. La gastronomía japonesa está dominada por los productos marinos y deliciosos guisos los cuales tuve oportunidad de degustar (a mi billetera no le gustó tanto). Pero al fin encontramos un kaiten zushi, un bar de sushi con las cintas moviéndose y uno sacando los platos correspondientes a lo que se pagó al entrar, más té verde a discreción. Rico, mucho más rico que los seudosushis a los que nos tienen acostumbrados. Claro, porque "sushi" se refiere a la forma en que está preparado el arroz, aunque extensivo a otras preparaciones (como bolsitas de nori rellenas con huevos de pescado, o tofu con anguila, etc). A pesar de ser solo 7 bocados, salí satisfecho y feliz.
Llegué a Shinjuku pensando en encontrarme con geishas. En cambio, me encontré con miles de luces y pensé "esto ya lo he visto". Lost in Traslation. Camino entremedio de la multitud, veo las tiendas luminosas que ofrecen tecnología o shows eróticos, un grupo de jóvenes impecablemente vestidos y peinados (eran prostitutos) y algunas de las mujeres más hermosas que mis miopes ojos han visto.
Llueve. Visito Roppongi Hills donde ví TV 3D, conocí la famosa (y aburrida) Torre de Tokio, visité el Templo Zojoji en el barrio de Minato, un mojado y cortísimo paseo al puerto. Caminata por Ginza y sus calles repletas de tiendas de lujo. Estoy cansado, muy cansado. Hay mucho que ver y moverse de un lado a otro es caro. Estoy sorprendido y feliz, pero al mismo tiempo estoy perdido. Japón es una cultura de alto contexto, mucho más que la cultura latina. Hay normas no escritas que recorren las calles de la ciudad y las venas de las personas que marcan a fuego su forma de ser. Jerarquía y orgullo. Tradición y futuro. Ser en parte como occidentales, sin serlo realmente. El wa, el espíritu japonés, algo al parecer indescifrable. Eclecticismo por donde uno mire. Normas y reglas desconocidas para alguien que no nació acá, aunque hayas vivido 20 años acá (como la amable uruguaya que conocimos en una pizzería) y te sientas como japonés, jamás lo serás. A pesar de lo familiar que puede ser muchas cosas, otras son definitivamente de otro planeta, sacada de mentes que funcionan diferente a todo lo que he visto anteriormente. Y todo tiene un aire tan extraño que pienso que me gustaría conocer mucho más de este país, que el tiempo en que estuve fue demasiado corto (tan corto como mi presupuesto) y que definitivamente volvería. Porque es este otro mundo, es otro planeta, y yo estoy caminando entre la multitud pensando en lo fácil que es estar perdido en esta ciudad.
Jardines del Palacio del Emperador.
Caminar por las calles de Tokio, especialmente en el área cercana a Shibuya, ese famosísimo cruce con paso de peatones enormes iluminado con decenas de enormes anuncios y donde se encuentra el monumento a Hachiko, el perro más famoso de Japón, es una experiencia a los sentidos. Esto dado a que pareciese que cada japonés viste a la moda, y a "su" moda. Contrastando con las hordas de oficinistas, todo vestidos de negro, muchos jóvenes visten de maneras sofisticadas y extravagantes, especialmente las chicas las cuales usan pequeñísimas faldas y extraños sombreros lo cual las hace ver particularmente atractivas. Así que era cosa de caminar y ver un verdadero desfile de modas.Pensé que me encontraría en algún momento con algún robot en la calle, o por último, con Ultraman o algo así, en el barrio de Asakusa, famoso por ser un centro de venta de tecnología, entre otras cosas. Afuera de los enormes centros comerciales donde sólo se venden artículos electrónicos o artículos de manga, cientos de jóvenes se reúnen pero no parecen interactuar entre ellos, sino con unas maquinitas portátiles las cuales, supongo, les permiten jugar en línea con otros participantes. A pesar de haber unas 50 personas nadie habla. Al interior de la enorme tienda se vende todo tipo de artículos, como teléfonos celulares con cámara con zoom y flash, cámaras fotográficas con fotos 3D, y muchos juguetes de Godzilla y otros héroes del animé.
Algunos de mis amigos insistían en comer sushi. Si, comer sushi en Japón es como comer pato en Beijing, casi una obligación para el visitante siempre y cuando lo vendieran en alguna parte. Claro, porque en esta parte del mundo te venden que comida japonesa= roll y no, créanme que no, encontrar donde vendan sushi en Japón no es tarea fácil. La gastronomía japonesa está dominada por los productos marinos y deliciosos guisos los cuales tuve oportunidad de degustar (a mi billetera no le gustó tanto). Pero al fin encontramos un kaiten zushi, un bar de sushi con las cintas moviéndose y uno sacando los platos correspondientes a lo que se pagó al entrar, más té verde a discreción. Rico, mucho más rico que los seudosushis a los que nos tienen acostumbrados. Claro, porque "sushi" se refiere a la forma en que está preparado el arroz, aunque extensivo a otras preparaciones (como bolsitas de nori rellenas con huevos de pescado, o tofu con anguila, etc). A pesar de ser solo 7 bocados, salí satisfecho y feliz.
Llegué a Shinjuku pensando en encontrarme con geishas. En cambio, me encontré con miles de luces y pensé "esto ya lo he visto". Lost in Traslation. Camino entremedio de la multitud, veo las tiendas luminosas que ofrecen tecnología o shows eróticos, un grupo de jóvenes impecablemente vestidos y peinados (eran prostitutos) y algunas de las mujeres más hermosas que mis miopes ojos han visto.
Llueve. Visito Roppongi Hills donde ví TV 3D, conocí la famosa (y aburrida) Torre de Tokio, visité el Templo Zojoji en el barrio de Minato, un mojado y cortísimo paseo al puerto. Caminata por Ginza y sus calles repletas de tiendas de lujo. Estoy cansado, muy cansado. Hay mucho que ver y moverse de un lado a otro es caro. Estoy sorprendido y feliz, pero al mismo tiempo estoy perdido. Japón es una cultura de alto contexto, mucho más que la cultura latina. Hay normas no escritas que recorren las calles de la ciudad y las venas de las personas que marcan a fuego su forma de ser. Jerarquía y orgullo. Tradición y futuro. Ser en parte como occidentales, sin serlo realmente. El wa, el espíritu japonés, algo al parecer indescifrable. Eclecticismo por donde uno mire. Normas y reglas desconocidas para alguien que no nació acá, aunque hayas vivido 20 años acá (como la amable uruguaya que conocimos en una pizzería) y te sientas como japonés, jamás lo serás. A pesar de lo familiar que puede ser muchas cosas, otras son definitivamente de otro planeta, sacada de mentes que funcionan diferente a todo lo que he visto anteriormente. Y todo tiene un aire tan extraño que pienso que me gustaría conocer mucho más de este país, que el tiempo en que estuve fue demasiado corto (tan corto como mi presupuesto) y que definitivamente volvería. Porque es este otro mundo, es otro planeta, y yo estoy caminando entre la multitud pensando en lo fácil que es estar perdido en esta ciudad.