viernes, 13 de noviembre de 2009

Siem Reap

Puede resultar extraño que una de tus primeras conversaciones en Cambodia esa en español, pero ahí estaba yo ingresando al Babel Siem Reap Guesthouse, administrado por Juan, un español que por esas cosas de la vida decidió que su lugar en el mundo era Cambodia. Era de noche y como de costumbre el calor y la humedad hacían sentirme pegajoso, mientras me aplicaba repelente para que los mosquito no festinaran con mi sangre. Cansado luego del largo viaje, las habitaciones e instalaciones del guesthoause resultaron de lo más agradable.

El viaje fue duro. El destartalado autobús no era gran la comodidad, carecía de aire acondicionado y realmente ir a su baño era, por así decirlo, una experiencia. Y una inesperada parada cerca de la frontera para almorzar y entregar una "comisión" para agilizar las visas condimentaron el viaje. Y así fuimos dejando atrás Tailandia hasta llegar a la frontera, un lugar repleto de vehículos y personas moviéndose de un lado a otro. Con la mochila al hombro hicimos la fila para salir de Tailandia y recorrer a pie los 100 metros de "tierra de nadie" entre ambos países, un lugar extraño repleto de casinos donde los cambodianos no pueden ingresar porque los juegos de azar están prohibidos. Luego de sacar la visa correspondiente nos cambiamos de bus y como una cachetada me percaté de que estaba en otro país. Las fronteras tienen ese efecto extraño de ser un cambio radical de ambiente, de sonidos y olores, de todo. En apenas 100 metros todo cambió, y como un puñetazo ves una pobreza que en Tailandia no viste, los rostros, el idioma y el alfabeto cambian y en apenas un par de segundos tu mente empieza a digerir la marea de información nueva. Nuevos transbordos y continuamos nuestro camino, una parada a descansar y con sorpresa niños se te acercan a conversar o jugar con una inocencia increíble. Con razón hay tantos letreros en el camino pidiendo "proteger a la infancia", con la inocencia de estos niños un pedófilo puede hacer lo que quiera. Y los niños te regalan sonrisas y alegran la tarde que ya se va.
En mi mente me imaginé a Siem Reap como un pueblo medio perdido en la selva, pero estaba completamente equivocado. Enormes hoteles se han levantado en los últimos años, repletos de japoneses, chinos y coreanos que vienen de vacaciones a ver la gran atracción del lugar: Angkor. Las calles están repletas de tuk tuks y motos. La gente es amable, ríe permanentemente y hablan muy suave, tanto que parece que grito a cada segundo. Muchas calles son de tierra, y en medio de un pasaje repleto de otros hostales llegamos a nuestro destino.

¿Como podría describir Angkor en palabras? ¿Sería posible que en mi ultra amateur estilo pudiese describir tamaña maravilla? Desde los 15 años uno de mis sueños fue conocer Angkor y sus enormes templos y palacios ricamente decorados. Y ahí estaba yo, estoico a pesar del insufrible calor y tratando de esquivar al ejército de niños que intentan venderte algo que no necesitas ( o si, en el caso de unas buenas botellas de agua) y que son capaces de seguire a donde sea, solo para insultarte cuando se convences que no comprarás las postales de Angkor.


Y ahí están las imponentes ruinas del que una vez fue un poderoso imperio, el Khmer, que impuso su dominio en buena parte del sudeste asiático y que fue en su esplendor la ciudad más grande del mundo, cuando las urbes europeas eran meras villas. Dedicado a Vishnu e iniciado por Suryavarman II, rey-dios, el lugar es un enorme complejo de templos y palacios que puden tomar días recorrer. Lamentablemente yo solo contaba con un día, así que mi recorrido fue maratónico-extenuante. La entrada por un día sale US$20, un tuk-tuk por el día (para que no tengas que caminar tanto) sale por US$15. La felicidad y asombro es simplemente infinita. Y me asombro de cada construicción, de cada tallado o bajorrelieve, de los enormes rostros de piedra de los reyes, de Angkor Wat y Angkor Thom, de Bayón y de la Terraza de los Elefantes, de Preah Ko y Preah Rup, de la niña que vende pañuelos y que se sabe todas las capitales del mundo, de las raíces invadiendo lo que alguna vez fuera una esplendorosa ciudad levantando hacia el cielo enormes ramas que cubren el infinito cielo azul, del enorme Buda recostado semidestruido. Y es tanta la maravilla y tantos los detalles que no sabes donde mirar, tu mente está saturada de imágines y sensaciones, y en un momento solo quiero volver al hostal y descansar, extasiado y feliz, feliz de haber cumplido uno de mis sueños.




4 comentarios:

  1. me quedó el tema de la infacia dando vueltas... no sé si es idea mia o acá los niños no son tan inocentes, muchos son muy tímidos y se les enseña a tener cuidado con los extraños.
    que bueno que has cumplido tus sueños...
    un abrazo.

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  2. Y los viajes siempre, son muy interesante.
    Siga viajando, que conoca mas gente.

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  3. Hola Álvaro. Me dejaste un comentario en mi blog y me dirijí a tu espacio. Muy entretenida la entrada, no he tenido la oportunidad de viajar y creo que tampoco la tendré en un tiempo mediato, mas es un sueño mío viajar (no se si por todo elñ mundo, pero viajar, ser libre, divagar por el orbe...)
    Nos seguimos leyendo, muy interesante tu entrada, me alegro que hayas cumplido uno de tus sueños!

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  4. Pregunta...¿cuánto repelente usaste en todo tu periplo? Lamento, por otro lado, que la entrega de comisiones parezca ser moneda corriente en ese lado del Mundo.

    Yo sí que terminaría gritando en esas tierras...de por sí tengo un tono de voz alto. Y sobre las raíces que invaden los muros de Angkor, me acuerdo que lo tomaron como ejemplo en el documental La Tierra Sin Humanos.

    Saludos afectuosos, de corazón.

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