viernes, 27 de febrero de 2009

New Year


Lo digo de inmediato: el espectáculo pirotécnico para la celebración del año nuevo en Sydney no es tan pero tan espectacular como lo imaginaba. Sí, cuando los lanzan desde Harbour Bridge es espectacular, verlos desde Botanic Garden es magnífico, la cantidad de nacionalidades reunidas es impresionante, hasta una talquina se nos cruzó en el camino. Pero solo duran 15 minutos y luego los policías aparecen y todos para la casa. La cola de 4 horas para entrar se transforma en una espera casi tan larga como la anterior para encontrar un taxi que nos lleve devuelta al departamento de Ivonne, así que no queda otra que vagabundear por las calles de la ciudad hasta que al fin podemos coger uno.

Ivonne es una doctora colombiana quien nos arrendó una pieza para nuestra corta estadía en Sydney. No recuerdo bien como mis amigos se contactaron con ella pero la cosa es que desde el aeropuerto llegué allá, donde José Luis, Juanito y Tere me esperaban……durmiendo (en su defensa debo decir que llegué bastante temprano en la mañana). Al día siguiente es Lolo quien llega luego de su percance viral que hizo que me embarcara solo hacia Auckland. Con ella ya reunidos, solo nos queda ponernos de acuerdo con Jorge y Loreto quienes alojan en las afueras de Sydney para ir a Botanic Garden, es 31 de diciembre, el año viejo se nos va y un nuevo año lleno de cosas maravillosas nos espera.

Sydney es una ciudad bellísima, llena de hermosas construcciones y parques. Las calles son limpias, las señalizaciones claras y el andar seguro. El Opera House es más grande y hermoso de lo que imaginé, es impactante verlo con sus techos de cerámica como velas al viento, su impresionante arquitectura, sus salas de espectáculos bellísimas, sus butacas de madera, las lámparas colgando, todo logra impactar y sobrecoger. Caminamos por Botanic Garden, sumamente limpio y lleno de personas trotando, caminando, leyendo bajo un árbol, lo que siempre pensé que debería ser un espacio público lo veo ante mis ojos: la gente vive realmente la ciudad, aprovechando los espacios al máximo. El recuerdo de algunos lugares públicos de Chile, llenos de basura y rayados con mensajes ininteligibles contrasta con este espacio repleto de vida y actividad. Claro, le digo a Juan, nos encantaría tener lugares así en Chile, pero si vieran a alguien como él (le indico a un tipo de color trotando) seguramente la gente le diría algo como “corre negro &$%# te está persiguiendo un león” o alguna pesadez así. Y con ese esquema mental es imposible disfrutar un espacio público.
Y si hay algo que me ha impresionado de mi estadía en Australia es el tema de los espacios públicos y el uso que hacen las personas de ellos. En Sydney pude ver una pincelada de ello, pero es en Brisbane donde lo he vivido más intensamente. Y es hacia Brisbane donde me dirijo ahora junto a Lolo, es primero de enero, nuestro vuelo sale a las 10 am y en la calle un par de globos solitarios, sobrevivientes de una larga noche de fiesta, se mueven azarosamente por el pavimento avisándonos que la fiesta ha terminado y que la siguiente y más larga etapa de nuestro viaje se aproxima. Para allá vamos, Brisbane, solo mil kilómetros nos separan ahora.
(Yo ocupando un espacio público en Sydney)

miércoles, 25 de febrero de 2009

Sonrisas en tránsito

A medida que me acercaba el oficial de inmigración me parecía cada vez más intimidante. Su porte de jugador de rugby y sus tatuajes tribales no lo hacían, a lo lejos, lo más amigable. ¿Y si me preguntan por qué estaré sólo 24 horas en Nueva Zelanda? Temí dar una respuesta confusa que sólo levantara sospecha. “Paranoico” me dije a mi mismo, vas de paso camino a Australia y te detuviste un día a conocer Auckland, eso es todo. Me acerqué y para mi sorpresa me recibe con una sonrisa. ¿Por qué sólo un día en New Zealand? - me pregunta pero en su voz no había sospecha ni intimidación, sino más bien era un ¿por qué no te quedas más días en nuestro país?

Y esas sonrisas se repiten en la agente que me revisa la maleta y me felicita por mi ordenada ropa, en el personal indio del hotel, en el taxista maorí que me lleva al centro, en el ejecutivo que se acerca de la nada y me pregunta si estoy perdido porque tengo un mapa en la mano mientras la lluvia arrecia sobre Auckland. Se repite la sonrisa en el rostro de la gente de esta ciudad que parece pueblo chico en su ritmo y me hace dudar si estoy en un día domingo o en un día lunes. Y recorro sus calles repletas de jardines y la extrañeza que me provoca ver interminables tiendas chinas, coreanas, restoranes japoneses y jóvenes orientales vestidos con carísimas ropas, pelos teñidos y celulares de última generación.

El día se acaba, el sol se pone y me preparo para una “agradable” espera en el aeropuerto hasta la madrugada. Me entristece el no poder conocer más de este país de gente tan amable y colinas tan verdes, pero mis amigos y Sydney me esperan. Trato de dormir entre medio de mis maletas y me siento por un momento ridículo pensando que alguien puede robarme algo. Veo al personal del aeropuerto de origen polinésico, las mujeres musulmanas con sus velos, gente de lugares para mi ignotos y me digo: “bueno Álvaro, esto es multiculturalidad”. La misma multiculturalidad que he visto desde que pisé este país y que es uno de los objetivos de mi viaje por fin la estoy viviendo, por fin soy uno más del mosaico de idiomas, colores y olores.

El avión despega y pienso que algún día me gustaría volver con tiempo y dinero para recorrer todos sus rincones. Trato de dormir pero se me hace difícil, debo oler como un demonio y tengo hambre. Finalmente por la ventanilla veo tierra australiana y la ciudad de Sydney se acerca poco a poco. ¿Será la gente tan amable como lo fue en NZ o los kiwis son una excepción? Parece que no lo son, acá también sonríen. Logro conectarme a internet desde el aeropuerto, buscar el número de Tere y llamar a mis amigos que habían llegado un día antes. Acá estoy, muerto de cansado pero nos toca un largo día: partimos hacia Circular Quay a conocer el Opera House, Botanic Garden y luego hacia Manly Beach.

Aunque la amabilidad parece que se pierde un poco cuando inocentemente saco una foto al interior del Opera House y me llega un reto de un técnico. Pero el resto de la gente sigue siendo en extremo polite y friendly…….. ¿No será exageración que si alguien por casualidad te roza te pida disculpas? A veces pienso que tanta amabilidad es solo un escudo protector para no meterse con nadie, como una forma de decir “me disculpo por tocarte porque yo no quiero que tú me toques”, como una forma de contener las formas y las emociones y mantener la distancia entre las personas. Y si la gente era amable en Sydney me vuelvo a sorprender con las sonrisas espontáneas en la calle en Brisbane, con la amabilidad del personal del Citycat o la paciencia de la gente de la universidad y vuelvo a pensar si la amabilidad es sincera o si yo soy un amargado que no puede creer que la gente pueda sonreírle a un desconocido en la calle.

Pero me estoy adelantado a la historia. Brisbane aún me espera y el año nuevo se acerca. Ya estamos casi todos reunidos. Mi tiempo en Sydney se agota y hay cosas que hacer y vivir antes de pasar a la siguiente etapa de mi viaje.