lunes, 5 de abril de 2010

Bangalore, India




Puede sonar un tanto desconcertante, pero creo que nunca estuve en la India. O por lo menos en la India que uno puede pensar que existe, ésa de los mil colores y olores, los templos infinitos y la espirutualidad a flor de piel, la de las miradas enigmáticas retratadas en filmes y novelas que han entretenido a tantos por décadas. Dicen que a India se le ama o se le odia, y durante mi estancia de una semana en el subcontinente eso me quedó más que claro.



Vacas sagradas: como escultura para adorar o en su forma viviente, escarbando en la basura al lado de un rickshaw.

Y ahora, meses después de haber estado allá, los recuerdos se hacen borrosos, borrosos como el cielo se ponía cuando la fuerte lluvia caía por las calles y ese calor pegote que te persigue estés donde estés sólo crecía. Me parece increíble que haya pasado las fiestas patrias en un lugar tan extraño, extraño como conseguir alcohol y hielo en un pequeño bar repleto de indios con sus bigotitos y sus , para mí, incomprensibles lenguas y dialectos. Reviso las fotos de esa extrañísima ciudad que es Bangalore, una mezcla ecléctica entre lo que la India es y lo que desea ser, como un adolescente que no se decide qué tipo de persona quiere llegar a ser. Me veo a mi mismo sentado en un bus que recorre lentamente, muy lentamente las calles mientras salta de un lado para otro esquivando hoyos, montículos, vacas y personas. Veo enormes palacios, la herencia colonial inglesa, pequeños y extraños templos repletos de figuras de animales y esos tan extraños dioses hindúes, y luego precarias construcciones donde la gente camina, come, compra y vende lo inimaginable. Recuerdo los frontis de las enormes empresas instaldas en la ciudad y en los parques industriales que le circundan, emulando un Silicon Valley con sabor a curry y cordero.

Edificios gubernamentales y señalética (niños corriendo? niños arrancando?)

Pero la mayor parte del día estaba desconectado de eso. Como invitados por el Indian Institute of Management Bangalore (IIMB) alojaba y "estudiaba" en el mismo recinto, una gran construcción de sólido cemento rodeado de hermosos jardines y un gran muro que te hacía dar la sensación de que el mundo exterior no existía. Desayuno, almuerzo y cena estilo indio: comida deliciosa, picante, extraña e irressitible hizo que mi estómago más de un día se enojara ¡¡ quién me manda a comer salsas picantes y carne a las 8 am !! Pero los olores y texturas eran para mi un imán al cual no podía decir que no. Luego venían actividades académicas donde una serie de profesores nos hablaban sobre las características del mercado indio, sobre su sociedad, economía y política, sobre sus problemas y esas tan pero tan especiales particularidades. Llegué a la conclusión de que India se vanagloria de tener muchas cagadas, pero pequeñas, en vez de un gran gran cagada.

Bangalore es una ciudad de casi 6 millones de habitantes ubicada en el estado de Karnataka, del cual es capital, al sur de la India. Se habla canarés, hindi, tamil, telegú además de inglés, el cual se habla al interior de las grandes empresas de outsourcing y offshoring presentes. La ciudad es famosa por ser el centro tecnológico del país y la "cara bonita" al exterior, con varias empresas nacionales y multinacionales relacionadas con las tecnologías de la información, la industria aeroespacial y la industria pesada. Es una ciudad que ha crecido en forma desordenada, sin ningún tipo de planificación, donde los semáforos son prácticamente inexistentes, urbanizaciones aparecen como callampas en potreros sin ningún tipo de servicios conectados y sin ni siquiera un camino medianamente decente para unirlas al hervidero del centro de la ciudad. Una gran postal de la teoría del caos en perpetuo movimiento, sin pies ni cabeza ni, al parecer, ganas de enmendar el rumbo.

Calles de Bangalore.

Definitivamente India es un país de contrastes, y de contrastes fuertes. Me recuerdo en el auditorio de Infosys, el mismo auditorio descrito en un capítulo del libro The World is flat, de Thomas Friedman. Una sala bella y muy ad hoc para los computines. La empresa por dentro es un gran complejo de edificios de arquitectura sorprendente conectados por vías donde los empleados circulan en bicicletas y carros eléctricos bordeando los coloridos jardines. Un lugar que podría ser de ensueño para trabajar: todo parece perfecto. Pero luego recuerdo el guardia a la entrada con su chaleco antibalas y su AK-47 al hombro, el jeep con guardias privados armados hasta los dientes (por si algún paki quisiera atacar, al parecer) y bueno, en la "vereda" de enfrente están los niños pidiéndote comida con un lastimoso gesto con las manos, las vacas urgando en la mierda y la que parece la actividad preferido de los varones indios: orinar en la calle (la otra al parecer es caminar los hombres juntos de la mano por la calle, costumbre que no creo que tenga mucha aceptación en nuestras latitudes, aunque colarse en las filas también es una práctica popular tanto por mujeres como hombres).


Empresa Infosys, Bangalore, India.


Amigos de la mano, algo común en las calles.

Y así recorro otras empresas, como la gigante Tata y otras cuyo nombre ya no retengo. Recuerdo una en que el edificio principal estaba diseñado como un árbol, con un "tronco" donde estaban las salas y oficinas principales, y "ramas" donde se ubicaban las secundarias, todo curvo, con fotos en las paredes de los logros de la empresa, su historia, y retratos de personajes inspiradores. Su logo era, efectivamente, un árbol, logo diseñado por un niño de una escuelita para discapacitados.


Una de los edificios de la gigante Tata.

Un poco, pero solo un poco de la India más "profunda" pude ver cuando nos llevaron de paseo a la ciudad de Mysore. Luego de un apocalíptico viaje de 4 horas (¡¡ no exagero!! demorarse 4 horas en recorrer 160 kms es realmente infernal !!) nos llevan a un palacio que, sin lugar a dudas, opacaría a los palacios de la realeza europea: el palacio Ambavilas. Lástima que no permitían sacar fotografías de su interior, con sus tapices de pared a pared, las pinturas de dioses en las paredes y techos, su trono de oro y su enorme puerta de plata pura. Cómicamente, un grupo de niños me rodea como si la real atención turística fuese yo y me piden que les saque fotografías.


Palacio de Mysore. La niña de la foto insistía en que le sacara fotos "solo a ella".

Y la semana en Bangalore fue rara. Raro fue celebrar un 18 de septiembre en la India, tomando ron sin hielo (uno nunca sabe de donde sacaron el agua para hacerlo), raro fue ver a un grupo de niños ciegos bailar coreográficamente (un hermoso espectáculo que ha permitido a niños con distinto grado de ceguera mejorar su autoestima y no ser vistos como un estorbo o como mendigos, realmente emocionante el trabajo que realizan alumnos y profesores), una incomprensible y torturante función de títeres fue especialmente rara, y raro es que se necesiten 5 personas para asear tu pieza, o 10 mujeres para cortar una pequeña superficie de pasto.


Grupo de niños ciegos realizando coreografías típicas de la zona.

Y hubo cosas que nunca entendí. Definitivamente India es un universo extraño e insondable donde múltiples realidades colisionan. Según mi humilde opinión, el sistema de las castas impide a la India lograr mayores niveles de desarrollo. Ése sistema de dominación perfecto tan admirado por Hitler, donde te tienes que conformar con el estatus que naciste y ser bueno para ver si en tu siguiente reencarnación mejores, y que debas dar gracias por reencarnarte en un humano y no en un gusano, aunque vivas peor que uno, frena la libre empresa, la movilidad social y el emprendimiento. Eso y la corrupción, la falta de visión a futuro, el problema con sus vecinos Pakistán y China, los graves problemas de infrastructura, las tensiones sociales, étnicas y religiosas, y una larga lista de problemas. India será la mayor democracia del mundo y será fuente de una diversidad realmente deslumbrante, con una herencia cultural enorme y un sistema de vida incomprensible para alguien que no es indio, ya sea hindú, musulmán, sijh, budista, jainista u otra de las religiones practicadas, pero hay algo que ví o sentí, no sé bien qué, algo que no entró nunca ni en mi mente ni en mi corazón, que hace que sienta a la India como algo incomprensible y lejano, un lugar que a pesar de lo mágico que pueda ser, me dejó un ligero sabor amargo en la boca.

10 comentarios:

  1. Tenia tantas ganas de leer sobre la India que ya habia entrado a ver si estaba lista la entrada hacia un par de dias jiji. Hoy entre y siento que me diste con un chipote chillon en la cabeza, he quedado K.O. asi que vuelvo a releerte de nuevo para darte mi humilde impresion.

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  2. Alvaro Mandocna es la amurgue mas vendido del muundo, es anivel mundial.

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  3. No es primera vez que escucho algo así de la India. Y no conozco, pero mis papás y mi hermano sí. Y lo que narras es muy similar a la experiencia de mi hermano. Él se fascinó con los monumentos, pero los contrastes de los que hablas también le impresionaron. De hecho, me decía que era un lugar para sólo visitar una vez, que vale la pena ir, pero no sabría si volver.

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  4. conozco incluso alguien que volvió de allá, pero como que se quedó a mitad de camino. Creo que prefiero no ir..,al cabo que ni tengo cómo hacerlo...

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  5. guao debe de ser toda una aventura conocer esa parte de la India :) que bien que tienes esa experiencia!! saludos y esta muy buena tu entrada.

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  6. ¡Fenomenal reportaje y de primera mano! Siempre he tenido la sensación de que la India no era ese paraíso espiritual que se nos quiere vender aquí, y me alegro de contar con la experiencia de un viajero despierto que me lo cuento tal como es. Enhorabuena y gracias

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  7. Qué interesante, como envuelves con tu narrativa. Escuché ruids, sentí gente olí y sude con tu descripción. Gracias for the "free ride once again".

    Cautivas!

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  8. Hola!!!

    Worale se ve bien genial

    yo quiero ir algun dia... se ve bien interesante todo lo que muestras y todo lo que dices

    :D

    te sigo!

    byE

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  9. Como siempre un gran relato, y unas magníficas instantáneas.
    Tu opinión de la India es básicamente la de todos los occidentales, a la vez nos sorprende y nos decepciona.
    Saludos

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  10. Confieso que me perturba en parte lo de la sacralidad de las vacas en la India...si necesitas ir a un Hospital, por ejemplo, y una bloquea el camino del Rickshaw, ¿qué haces?

    Leo tus palabras acerca de Bangalore y me imagino el desorden de Santiago con agregados. Y siempre hay chilenos que dicen lo raro de pasar un 18 de Septiembre fuera de la Patria...pero en India ha de ser de lo más extraño.

    Concuerdo contigo en que el sistema de castas deja a la India como una eterna promesa en lo económico...pero sin llegar a ser la potencia que sus dirigentes pretenden ser.

    Saludos afectuosos, de corazón.

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